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01 octubre 2005

ZP y la vanidad

¿Cómo se concilia esto con la humildad?
La vanidad nos iguala a todos. No importa el sexo, raza, religión, ideología o nacionalidad, pero lo inadmisible es que quienes se erigen en herederos de la palabra de Cristo, justamente la ética que desde la humildad predica la igualdad de los hombres y la proximidad a los pobres, sean precisamente los que hacen exhibición de pompa y boato. Flaco favor hacen a la credibilidad de la Iglesia estos personajes, como el arzobispo de Toledo, cardenal Antonio Cañizares, que se olvidan de lo que representan y se convierten en exhibicionistas de todo aquello que deberían desdeñar. La vanidad les puede. Tal demostración de arrogancia es cuanto menos impúdica y no hace más que alimentar los argumentos de los enemigos de siempre y, lo que es más grave, provoca asombro y rechazo en los católicos, que no ven compatible tanta ostentación con la modestia y humildad que son el fundamento de la doctrina que predican. Porque una cosa es conservar las tradiciones y los ritos establecidos desde la antigüedad y otra muy distinta es dejarse llevar por una impropia e innecesaria petulancia y fatuidad. Monseñor Cañizares necesita la jubilación porque sin duda está chocheando –como cualquier cristiano– y su actitud no produce respeto alguno. ¿Quizás el monseñor no ha podido resistirse a la belleza del ropaje y ha dado rienda suelta a su vena más teatral e íntima? En el mismo plano, ya que se trata de la religión socialista, podemos situar a monseñor Zapatero, máximo representante en la Tierra de la fraternal Alianza de Civilizaciones. Conforme también predican y forma parte de su catecismo, la solidaridad con los más pobres y desfavorecidos –razón de ser del movimiento socialista– obliga a la moderación y no permite ni justifica la opulencia y suntuosidad mientras haya hambre en el mundo, tal como cínicamente exigen de la Iglesia. Al igual que el Cañizares de turno que tanto critican, la cabeza visible del socialismo español, ZP el Vano, junto con sus ministros/as y una pléyade de políticos segundones y provincianos, se dejan llevar por el engreimiento y con una gran dosis de prepotencia inherente a quienes se rodean de aduladores y pelotas, no dudan en cometer excesos que igualmente indignan y asombran a propios y extraños. Muchos son los ejemplos del despilfarro, más propio de nuevos ricos que de socialistas y son tantos y tan sangrantes que serán motivo de artículos aparte. Sirva este texto como introducción y para meter en el mismo saco a los impresentables, sean de derechas, izquierdas, católicos o ateos.

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REANUDADA LA PUBLICACIÓN EN FEBRERO 2010.

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